Nepotismo, amiguismo, acomodos y otros males
Amiguismo, clientelismo o vínculos familiares son conceptos que deben quedar erradicados del vocabulario político argentino. No es por ese sendero como se sanarán la democracia ni la República de los numerosos y perceptibles males que la aquejan.
No hace mucho hacíamos referencia al manejo que, en forma personalista, realizan algunos integrantes de la dirigencia política cuando llegan a ocupar un cargo público. Pesan sobre ellos compromisos y presiones partidarias que suelen propiciar el ingreso como empleados públicos de quienes, en algún momento, brindaron su apoyo a la agrupación cuyos nominados ganaron el favor popular. En muchos casos la ocupación de cargos, desde los más importantes a los más humildes, está presidida por la necesidad de pagar esas cuentas y seguir contando con el apoyo de los favorecidos con trabajos para los cuales raramente están capacitados.
El amiguismo, el clientelismo, siguen siendo componentes básicos de la base de poder que erigen tanto partidos como políticos, y se sigue favoreciendo a las trenzas en detrimento de programas e ideas. No es por ese sendero como se sanarán la democracia ni la República de los numerosos y perceptibles males que la aquejan.
Todo este tipo de tramas se financia, en definitiva, con los dineros del pueblo, que ve restados los servicios que debería prestar el Estado de manera indelegable porque los fondos se pierden en meandros burocráticos superpoblados.
Hay reparticiones -y esto se refiere tanto a las de la Nación, como de las provincias y municipios- donde el gasto de personal excede el de los medios que se ponen a disposición del público. Hay otras en cambio, menos “favorecidas” con la abundancia de acomodados, donde esta ecuación no se cumple y es posible recibir una atención medianamente aceptable.
Pero, en general, casi no existe organismo estatal donde no se observa la presencia de amigos, clientes o parientes que están en esos puestos, no por reunir el básico requerimiento de idoneidad que demanda la Constitución -y, debemos agregar, la lógica- sino porque alguien decidió favorecerlos con un sueldo y poco o nada de trabajo.
Así, estas costumbres han pasado a formar parte del folklore nacional, que hasta ha fijado una denominación para los beneficiarios de tanta bondad por parte de políticos y funcionarios: “ñoquis”, pasta que, por tradición, se consume los 29 de cada mes, fecha que suele coincidir con la de la aparición de los acomodados para averiguar si ya están listos los pagos de sueldo.
Como dijimos, esto no es patrimonio de un partido o alguno que otro político aislado. Pero, existen variaciones que suelen llamar la atención. Se espera que los “ñoquis” aparezcan de vez en cuando por sus lugares de trabajo, aunque más no sea para averiguar cuándo cobran y rendir homenaje al autor de su incorporación.
Amiguismo, clientelismo o vínculos familiares son conceptos que deben quedar erradicados del vocabulario político argentino.