18 de agosto de 2006

Otra burla al electorado


De tanto en tanto, la democracia argentina sufre el maltrato de la clase política, que en nombre de sus intereses personales manipula la voluntad popular a gusto y necesidad. Es esto cuanto ha ocurrido con la asunción de la senadora por Santa Cruz Alicia Kirchner como ministra de Desarrollo Social, a tan sólo ocho meses de haber renunciado a este mismo cargo para ocupar una banca en el Senado, para la que fue elegida en octubre último.
Su retorno al gabinete nacional, después de haber pedido licencia en el Senado, no encuentra otra explicación que la necesidad del primer mandatario de colocar a alguien de su más absoluta confianza en el manejo de un estratégico ministerio con un presupuesto anual de 3500 millones de pesos, que en tiempos electorales es una poderosa herramienta de captación de votos por medio de la ayuda social y el asistencialismo. Este cambio ocurre, justamente, cuando comienzan a producirse los primeros aprestos para las elecciones presidenciales del año próximo.
La vuelta de Alicia Kirchner al Ministerio de Desarrollo Social no implicó la renuncia de quien fue ministro durante ocho meses, Juan Carlos Nadalich, sino su reubicación como secretario del área. Es decir que, al menos públicamente, no había quejas por su desempeño al frente del ministerio. En los hechos, la hermana del primer mandatario no se había desentendido de la gestión ministerial cuando renunció en diciembre último para trasladarse al Congreso, y ayer la retomó con plenos poderes.
Tras la ceremonia en la Casa Rosada, la ministra se negó a contestar preguntas sobre los motivos por los cuales dejó el Senado para volver a Desarrollo Social. "No tengo tiempo para esas cosas", fue su respuesta, reveladora del acostumbrado desprecio que por la tarea periodística tienen algunos altos funcionarios kirchneristas. El encargado de justificar la reasunción fue el jefe de Gabinete, Alberto Fernández: "Fue elegida por el pueblo de Santa Cruz para representarlo, pero es parte de un gobierno que en este momento la necesita para terminar este mandato y terminar esta gestión".
Los argentinos estamos tan acostumbrados a escuchar las justificaciones de éste y de los anteriores gobiernos, que hoy parece un hecho normal y corriente que un legislador abandone su banca para asumir otro cargo. Así, hoy Santa Cruz pierde un senador, pero al oficialismo no le importa porque en esa cámara tiene el número suficiente que le garantiza la mayoría.
Cada tanto se producen tristes episodios de fraude al electorado por parte de algunos candidatos que no tienen ningún remordimiento en engañar a quienes los han votado, renunciando a las bancas para las que fueron elegidos a cambio de una mejor posición personal o saltando de un partido a otro, aunque se trate de fuerzas que están en las antípodas.
Cuando en la última campaña electoral se advirtió que los ministros o funcionarios que eran candidatos a legisladores podrían no asumir sus bancas una vez que resultaran elegidos, el Gobierno respondió con vehemencia que eso no ocurriría. Todos los ministros que disputaron una banca y ganaron asumieron -aunque uno de ellos por poco tiempo-, y no así los diputados electos Jorge Taiana, quien se hizo cargo del Ministerio de Relaciones Exteriores, y Sergio Massa, que se mantuvo al frente de la Anses. Otro caso de deslealtad hacia la ciudadanía la cometió el gobernador de La Rioja, Carlos Maza, que en las últimas elecciones compitió por un lugar en el Senado y, una vez que ganó, derrotando al ex presidente Carlos Menem, renunció a la banca y se mantuvo al frente de la provincia.
Son actitudes reñidas con la ética que no hacen otra cosa que contribuir al descrédito de la política y de sus protagonistas, y justificar el malestar de los ciudadanos. Ayer la ciudadanía, lamentablemente, recibió otra bofetada de sus dirigentes.

Editorial publicada por La Nación