25 de abril de 2006

Lo que vendrá: Poder que puede


Néstor Kirchner -es obvio- alguna vez dio comienzo a su larga marcha en, y también desde, la lejana provincia de Santa Cruz, con limitadas fuerzas. El escenario inicial, un distrito signado por la estrella de la riqueza petrolífera, contó con su percepción de conductor a la vez enamorado de una herramienta "robada" a algunos de sus supuestos contrincantes conceptuales: se trata de los machacones "ortodoxos", defensores de un manejo presupuestario disciplinadamente austero. De hecho, parece haberlos superado en la materialización de sus ideas y buena parte del elenco de gurúes neoliberales se rinde hoy ante esa evidencia, aunque aún subsistan entre ellos franjas inaccesibles para el líder patagónico.
Es verdad que en materia de gasto público -por ejemplo, a través de los denominados fideicomisos creados con finalidades muy diversas pero que tienen en común la hendija de la discrecionalidad para los respectivos manejos de la esfera oficial- el "techo" aparenta no configurarse. Mientras tanto, continúa el viento de cola de los buenos números de la macroeconomía que habilitan una recaudación tributaria excepcional. Esta está basada fuertemente, es cierto, en la continuidad del instrumento de las retenciones vía exportación de hidrocarburos y de materias primas de origen agropecuario.
Claro que mientras el cuadro descripto subsista, en paralelo con la pulverización de cualquier atisbo de oposición, las más altas posibilidades de utilización de la "timonera" para el abordaje del futuro en la arena política local seguirá estando del lado de la "sucesión" de Kichner por sí mismo, o bien por hipotéticas figuras de "acompañamiento", al estilo de su esposa o de cualquier otra figura cercana a su radio de acción. ¿Se trata de un camino inexorable, mecánicamente asegurado? Hagamos al respecto un esfuerzo prospectivo.
En varias ocasiones nos hemos referido a la capacidad de daño político de la aún no extinguida estela de las tendencias alcistas en materia de precios, principalmente en el sector cárnico. También hemos comentado desde esta columna la subsistencia de no pocos contrasentidos en materia de inversiones externas, de modo particular en la franja de los servicios públicos o en la producción de petróleo y de gas, con sus efectos multiplicadores en toda la gama del amplio abanico de la economía industrial. ¿O Felisa Miceli viajó al exterior desprovista de inquietudes en esta materia? Sus señalamientos en torno del papel de presuntos "malos de la película" para los organismos multilaterales de crédito, ¿implican el rechazo a dólares frescos para el desarrollo argentino o apuntan a acicatear a potenciales inversores externos?
En el sentido, conviene seguir muy de cerca la evolución de la disputa por el tema de las papeleras que se construyen en el Uruguay tanto con Finlandia como con España, habida cuenta del apoyo global de la Unión Europea al régimen de Helsinki. Casi en el límite del progresivo choque argentino-uruguayo, con reverberancias en el Viejo Continente, aparecen ahora algunas noticias que podrían hacer las veces de bálsamo en el medio de la controversia: el corte de rutas y puentes podría languidecer. ¿Se trató de una estrategia casi "gandhiana", al estilo de la librada frente al fenómeno piquetero que combinó seducciones varias con cercos de otro cuño, sin la apelación al uso legítimo de la fuerza del Estado para el mantenimiento del orden? "Este" poder -tal como reconocen varios, Elisa Carrió incluida- ha demostrado que "puede". La pregunta del millón es: ¿hasta cuando podría tratarse de un camino siempre eficaz, o de carácter duradero? Hasta aquí no son pocos los que lo consideran portador de "premios" a los que sólo se puede acceder merced al uso de la intransigencia y la fuerza. De no trazarse ya una "frontera de época", el futuro, tal vez por acumulación de "dosis" de sonoridades con decibeles abultados, podría acarrear dificultades hoy impensadas.

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